Repta y huye hacia la luz, lector, no hay otra salida.


Fuga de la devastación

 



Durante el último año he seguido desde mi ventana la construcción de un edificio próximo. La aparente lentitud con que se ejecuta una obra oculta la precisión y el trabajo sin pausa. El mirón de paso, que no el observador, suele criticar el proceso. Parece la obra de El Escorial, es el tópico al uso de quien no construye habitualmente su mente con solidez de materiales ni con la inteligencia del conocimiento adecuado. De quien no aprecia la compleja y exquisita labor humana de levantar un edificio.

Durante las últimas semanas he observado con un detalle que me removía las tripas las imágenes que llegan de ciudades devastadas en la franja de Gaza. Calles enteras cuyos edificios se han venido abajo por la acción de la artillería y la aviación israelíes. Amontonamiento de escombros. Sepulturas repentinas de cientos de habitantes. Procesos largos de trabajo desaparecidos no solo del mapa sino tal vez de la memoria. Propiedades que probablemente han borrado hasta sus registros. 

La antítesis de alzar es derribar. La mano implacable de un Estado invasor, Israel, me recuerda aquellas imágenes de ciudades devastadas por aliados o nazis durante la terrible Segunda Guerra Mundial. ¿No se ha hablado siempre de Yahvé como el gran demiurgo? Ah, ¿qué no era su misión solamente levantar moradas para los suyos sino también aniquilar al enemigo, según las Escrituras? Acabemos. No sé si todo estaba escrito en aquella cultura judaica de Oriente Próximo, pero quien registrara como sagrados los textos de tradición oral parecía disponer de una gran dosis de premonición. ¿Seguirá Dios manteniendo sus fieles aliados? ¿Seguirá siendo el omnipotente y terrible creador que cuando le conviene salva a los suyos y condena a los otros a las tinieblas exteriores?

Miro de nuevo el edificio cercano a punto de ser terminado. Contemplo fotografías de la destrucción militar en Gaza. Tengo pensamientos claros y a la vez oscuros.




2 comentários:

  1. Es absurdo que un señor de barba blanca intervenga desde los cielos y gobierne nuestra vida, aunque es la base de una religión que ha coleado durante mucho tiempo. Personalmente, creo que existe un Dios, un Creador, que no interfiere en nuestros asuntos por lo que somos libres de construir o destruir, es nuestro privilegio o nuestra ruina por libre elección. Y la idea de un Dios juez que nos castiga si lo merecemos, o nos premia, es un ardid ingenioso de los que se llaman sus representantes en la tierra.
    En el nombre de Dios se han perpetrado verdaderas masacres y se sigue haciendo, la impotencia es enorme. Si pudiésemos ver que esa fuerza creadora no espera menos de su creación, que hemos venido a crear una vida con plena libertad y no a ponerla en manos de nadie, seguramente todo sería diferente. La libertad y el respeto hacia nosotros y a los demás, siempre han sido clave para que una sociedad conviva armónicamente, a falta de una sola de las dos es fácil que todo se venga abajo.

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    1. También es un ardid lo del Dios creador. Es un ardid humano Dios, Alá, Yahvé o lo son los dioses de todas las mitologías, como representaciones de los límites e impotencias del humano. Comprensible acaso hace milenios, pero no hoy día. Ay, esas representaciones mentales que aún anidan en la mente del individuo. Hay una parte de la mente llamada pensamiento racional que debe vivir en armonía con sus emociones, pero no ser esclavas de estas.

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