Repta y huye hacia la luz, lector, no hay otra salida.


Fuga de los elementos

 


Cuando paso por delante de la obra de Chillida me viene a la mente aquello de los cuatro elementos que ya los filósofos griegos clásicos fueron designando. Había que otorgar sustantivos y conceptos -¿qué fue primero?- a cuanto iban comprobando las antiguas culturas. Pienso entonces que los hombres, milenios antes, ya venían experimentando la transformación de los elementos físicos, les interesara o no su proyección filosófica o su nomenclatura. 

Cierto que en el caso de esta obra, basada y abstraída a partir de unos versos de Jorge Guillén en Cántico, parece imperar solo uno de los elementos: lo profundo es el aire, recogió el escultor del poeta. Pero ¿acaso no se funden los demás elementos con el aire? ¿No hay fuego tras el metal? ¿No hay agua bajo el suelo o en el crecimiento del árbol? ¿No hay tierra como sujeción o en esa pantalla de piedra donde resalta la obra?

En definitiva, ¿hay algo en la materia física que no se deba a lo otro?

O el hombre mismo, donde los elementos más primigenios se mezclan aleatorios y de forma contradictoria, como ya designaba Empédocles o más tarde aplicaba Hiopócrates a su observación del cuerpo humano.

Pasar junto a los cuatro elementos resumidos en uno. Parada y observación. Mirada y sentimiento. Comprensión y latido. Me priva esta obra de Eduardo Chillida. Tan elemental. En su complejidad.


 

2 comentários:

  1. No me entra Chillida, no lo miro con buenos ojos y lo cierto es que no sé porqué.

    ResponderEliminar
    Respostas
    1. Cada uno tiene su visión, e incluso uno mismo tiene (cambia) muchas visiones a lo largo de la vida. Ah, y no todas las miradas tienen que ver con la interpretación racional y lineal de modelos que hemos tenido antes.

      Eliminar