Repta y huye hacia la luz, lector, no hay otra salida.


La vida consagrada a la belleza de la señora Krueger




En la película Vier Minuten (Cuatro minutos), la anciana señora Krueger, profesora de piano, recibe en su casa a su compañero funcionario de prisiones Mütze y su hija Clara. Esta, que lo mira todo, señala la fotografía de un hombre colgada en la pared -tal vez el maestro de la anciana, tal vez el pianista importante, no reconozco la imagen y no sé por qué sospecho que es de un personaje que existió- y tiene lugar este diálogo:

"- ¿Es su marido?, pregunta la niña. Y la anciana responde:

 - No tengo marido, cielo.

 - ¿Está muerto?

 - No, Clara. He consagrado mi vida a la belleza".

Síntesis. Vivir consagrada a una realización personal superior, elegida por ella. El proceso dialéctico del orden social aparece roto. Nada de tesis -no pudo realizar su tendencia afectiva propia- y como mucho esa antítesis de no ceder a convenciones sociales que no le pedía el cuerpo. Al menos es lo que uno intuye al ver el impactante film.



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