Repta y huye hacia la luz, lector, no hay otra salida.


Fuga discreta de Estambul




El sol de la tarde en Estambul era dulce. Tocabas para mí la kemençe. Lasitud. Aunque gustabas de enseñarme tu barrio, Balat, preferías que nos abandonásemos al frescor de la casa de la cuesta. Dónde aprendiste a tocar aquel instrumento, te pregunté. Viene de la sangre antigua, todo viene siempre de la sangre, fue tu respuesta. Cuando detuviste los arpegios la sangre continuaba clamando. O acaso era su eco.



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