Repta y huye hacia la luz, lector, no hay otra salida.


Fuga del sonriente de Goya

 


Miro un rostro sonriente que dibuja Goya en uno de sus grabados. Es un rostro que emerge de la negrura de un fondo en el que no se sabe qué hay. Si es un rostro humano que expresa emoción es que vive. Surge tal vez de las tinieblas de la vida cotidiana, o esa impresión me transmite. Una cara que tiene caracterización cínica, burlona. ¿Qué puede estar diciendo al espectador de esta parte del cuadro? ¿Acaso se trata de una despedida y en un último esfuerzo dice algo así como ahí os quedáis, necios? 

Puede que todo sea más sencillo que la interpretación que hace mi mente siempre febril. Que se trate solamente de un beodo que me quiere convertir en cómplice. Y me pregunto si quiero convertirme en secuaz de los otros borrachos, conscientes de una ebriedad de sus ideologías malsanas, de sus ansias de poder, de su desprecio por los otros humanos. Quiero quedarme con la sencillez de una risa cualquiera en una tesitura ordinaria. Pero sabiendo un poco de la obra de Goya, en la cual todo es intención por su parte, me quedo pensando. 

Reflexiono. Goya sugiere siempre hasta en lo más nimio que hubiera pintado. Que luego resulta que no es tan nimio. Como aquel perro emergiendo de la arena en la que tanta gente ve acaso más de lo que hay, pero que transmite lo que el espectador de la pintura desee percibir. Porque Goya nos involucra a todos. Y está por encima de toda la gente que se cree triunfadora y en días de gloria o a punto de alcanzarlos, y no son más que mediocres personajes en busca de satisfacciones personales y probablemente sumamente interesadas. Figurantes de la obra en escena.



Sem comentários:

Enviar um comentário