Repta y huye hacia la luz, lector, no hay otra salida.


Fuga de un viaje de ida




No hay joyas más preciadas que los mejores recuerdos. Ni objetos con mejor utilización que los que se adosan a las páginas que nos narran otras vidas. Ni vidas menos desperdiciadas que aquellas que vivimos con inquietud y tiempo efímero, pero intensamente. Ni intensidad que dispute tanto al dolor y la pérdida como la pasión. Ni pasión más provechosa y honda que la que nos convierte en otros hombres. Tal vez por eso merece la pena guardar no solo la memoria de nuestro pasado sino esos objetos médium que, en cualquier momento, cuando los sacamos de un estuche o de un libro inhalan aromas inagotables.


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