No te puedes acordar de nuestro encuentro en las escaleras mecánicas de unos grandes almacenes de Berlín. Te manifesté cuánto te admiraba. Ich bewundere Sie sehr, Herr Ganz. Y en qué película te había descubierto: Der amerikanische Freund war der erste Film, den ich gesehen habe. No sé si pronuncié bien, pero me entendiste lo suficiente. Y me respondiste no solo atento y cortés sino amigable y, sobre todo, con agradecida sencillez: Danke, Freund, danke, es war ein schreckliches und krampfhaftes Thema. Admitiendo que el tema que trataba aquella película había sido duro.
Vinieron más películas en las últimas décadas y la gente te recuerda especialmente por una donde encarnabas a aquel dictador Adolf sanguinario con propios y ajenos, decadente, histérico, hundido, pero implacable todavía. Me sigo quedando con El amigo americano y Cielo sobre Berlín, no sé si porque Wim Wenders nos unía o por el grato recuerdo de ambas películas. ¿Qué será de Wenders, Hanna Schygulla y Volker Schlöndorf ahora que no estás?
Qué petulancia tu alemán, Max. Casi hasta es bueno. Ya me contaste hace tiempo lo de aquel encuentro casual.
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