En tu estancia en la ciudad antigua te hablaron de viejas guerras y oliste la última pólvora. En la ciudad antigua hay edificios agujereados por la metralla y desfilan miles de lápidas, descendiendo desde las vidas arrebatadas. Aquellos campos de monolitos piramidales recuerdan la débil frontera de la paz. El oscuro rostro silencioso de la convivencia. A veces la noche se rompe con tiros que más parecen nostalgia de salvajes guerreros que tensión contenida. El río ve crecer en sus orillas nuevas edificaciones que pretenden dibujar la última ciudad. La ciudad antigua quedará cercada por la memoria pero acaso también por el olvido. Tú, tierna corneja, aleteas y desciendes a los bordes mismos del transeúnte. ¿Haces crónica pasada o anuncias nuevos pero inciertos futuros?