Le vence el desconcierto por unas horas. Un tránsito -el ridículo gesto de pasar una hoja de calendario- cuya intensidad la encuentra dentro de su propio córtex. Por unos instantes difíciles de computar pasan ¿cómo nombrarlos? otros seres, otras imágenes, otras afecciones, otros significados, otras intensidades. Otras presencias. Se le ocurre de pronto que debe celebrar la presencia: una categoría que él impone con obcecación frente a la traición que siempre supone la ausencia. Esa extraña y recóndita fidelidad consigo mismo...