Cuanto más hace por interesarse en la existencia más se da cuenta que no sabe nada. Sabemos poquísimo, nada de nada. Todos los discursos de este mundo se basan en la mentira y cuando lo percibes con claridad y te planteas ingenuamente la tarea hercúlea de indagar con el fin de hallar supuestas verdades se te ha pasado la vida. Y no hay otra. Las verdades pasan por deshacer los engaños. Aunque quede a continuación vaciedad. Tal vez la verdad es solamente eso: desmontaje de la obra, vacío, tabla rasa. Constatación de la desnudez racional. Denuncia de las tramoyas cinematográficas de la alianza perenne entre intereses e ideas. No sabe si hay verdad como construcción: solo intención, que puede ser relativamente honesta. Y esa ligera y temerosa esperanza de que al menos uno puede conocerse a sí mismo. Ímproba tarea.
(Hasta Sócrates está perdido. Y aún le ronda el recuerdo de la Erkberg en aquella memorable película)