Leo otras palabras que no son las mías, otros textos que no he alcanzado a escribir, y las siento como dulces lanzas sobre mi pecho. Absurda expresión épica, me digo. ¿Qué tiene una lanza de dulzura pues su misión es herir, si no acabar, con el hombre? Y esas palabras que leo no pueden pretenderlo...Sin embargo me derriban. ¿Será mi fragilidad?