Repta y huye hacia la luz, lector, no hay otra salida.


La orilla






Entre las imágenes de la noche predomina una. El niño está sentado a la orilla del arroyo, mirando la apacible corriente. Noche no quiere decir sueño. Mirar no quiere decir observar. El niño contemplaba algo físico pero se iba enseguida a la abstracción. Se abstraía en fantasías, en anhelos, en pequeñas posesiones sentimentales que se le escapaban de las manos. ¿Quién dijo que la noche depara visiones tenebrosas?

(Lo que no dice la otra cara de la representación es que el niño recuerda cómo se desasosegaba en aquella ribera. Que acaso aquel desasosiego lo ha arrastrado a lo largo de su vida. ¿Qué se va yendo de él mismo a medida que recuerda y medita? Sigue pendiente del agua, antaño humilde caudal y ahora sobreviviente hilo)