Es lo que tiene intentar ver el paisaje tras la niebla. Que se reduce a un perímetro con una línea muy delgada que lo encajona y reduce todo. Debería estar acostumbrado pues conoce lo que es vivir en una niebla vital que aparece y desaparece por ciclos. De tal modo que cuando se despeja -también por etapas- sigue considerando el horizonte una ficción. ¿La luz? Acaso una sublimación poética. Quién sabe si una esperanza (¿siempre quimera?)