Somos teselas, cada uno somos una tesela. Nos toca formar parte del mosaico, pero no somos el mosaico entero. Puede gustarnos más o menos, pero deberíamos estar felices de portar una pizca de color, un segmento de la forma, algo de la configuración de un volumen. Hay quien se entusiasma por formar la cabeza del dios o la garra de un león o la mirada de Alexandros. A mi me gusta ser parte de una carpa. Pero confieso que me encantaría ser la carpa entera. Llevar en mis tripas las cartas de los enamorados por el curso del largo y salvaje río. Leerlas sobre la marcha. Sentir sus amores correspondidos y desviar las decepciones. No resistir a la tentación inevitable de modificar las pequeñas piezas que contienen los mensajes. En algún que otro caso no entregarlos al destinatario.