Al despertar no dialogas con la luz que entra a través de la ventana dificultosamente y sin presura; sigues conversando con luces que han iluminado las calles del sueño. Allí, los personajes que se te han mostrado tienen su propia claridad. Incluso los oscurecidos aparecen en primeros planos. Según abres los párpados su presencia se va desprendiendo, con sorpresa, satisfacción o desagrado, del espacio donde os encontrasteis. El sueño apenas fue un instante, abocado antes o después al olvido. Los sueños nunca se retoman; de una manera u otra siempre son nuevos, como toda vida paralela a la que saltamos de vez en cuando para observarnos en el diferente que portamos con nosotros.