Repta y huye hacia la luz, lector, no hay otra salida.





Ese engaño de que tu propia materia era etérea. Ahora estás así. Mostrando la lengua al espejo, palpando los propios órganos, inhalando el aire todo para que te purifique. El diálogo interior se ha vuelto agrio, como el sabor que sube por los conductos hechos para nutrirte. Un mundo de soledades chocando en lo más íntimo de tus vísceras. Temes no ser acogido, no ser reclamado, no ser querido. No eras tan evanescente como creías. Hundidos como nunca tus pies en la tierra, temes que tiren de ellos las fuerzas que te dejaron de pertenecer, que nunca fueron tuyas, salvo cuando te engañaste a ti mismo.