Debería sentarme a descansar bajo mi propia sombra. El ramaje de mi sombra no es proporcional a mis dimensiones aparentes. Ignoro por qué se proyecta y me cubre de sueños. Pero los sueños no me relajan. La visión que me ofrecen no dista excesivamente de aquélla que se me ofrecía en mis primeros años. Puede haber variado el paisaje y sus detalles, pero no la ansiedad que la agudeza de mi mirada me causaba. La inquietud sigue fluyendo con la misma intensidad con que se cursa el silencio de los días. Porque bajo el ruido desmedido el silencio ha construido una bóveda protectora de cuya resistencia a la inclemencia solo sabe mi sombra.