Repta y huye hacia la luz, lector, no hay otra salida.


Fuga de la macla de Oteiza




Preocupación, relativa, de algunos amigos por una cadena de coincidencias en el obituario. Me trasladan la pena, menos relativa, por la frecuente desaparición en estos tiempos de escritores, filósofos, investigadores, lingüistas, artistas y artesanos...Si hasta murió Dios (Nietzsche), esa paradójica creación del hombre, por mucho que a algunos aún se les llene la boca con el nombre, ¿cómo no iban a tener fin aquellos que se dedicaron a crear palabras, pensamientos, indagaciones, edificios o imágenes? Pasados los breves días que rodean un fallecimiento ¿quién se acuerda de esos hacedores? Bastante sería que valoráramos sus obras y tomáramos de ellas no sólo lo útil, sino lo bello. El mérito de vivir ya es un arte en sí mismo. Lo único que hace la muerte es acotar la obra y tornarnos a todos materia original. Me pido ser macla cuando no sea yo. Me apasiona esa fusión de volúmenes, aristas y concavidades que Oteiza recuperó de la pureza brutal de la madre tierra. Cuerpos que acogen a otros cuerpos dentro de los que hay otros cuerpos...