Repta y huye hacia la luz, lector, no hay otra salida.


Fuga del reproche




Cuando no entiendo a alguien es como si yo no me entendiera. Esas palabras del otro que me parecen pedradas. Esas frases enlazadas que quieren ser argumento y me suenan a censura. Esa presión insistente como si quisiera sobrecargar mis responsabilidades.  Ese lavarse la cara las manos el otro y echarme el agua sucia encima.  Abluciones que parecen ablaciones. Si al final de los días y de las respiraciones alguien me preguntara qué me ha perturbado más en esta complicada vida le diría sin dudar: las incomprensiones y,  por supuesto, su peor arma arrojadiza, el reproche.