Repta y huye hacia la luz, lector, no hay otra salida.


Fuga de la desorientación




De pronto, un día cualquiera te encuentras con una amiga de viejos tiempos, desorientada de mente, pesada de cuerpo, carente de palabras, con mirada ida, que no sabe qué responder a tus preguntas convencionales. Y va su pareja y te dice en voz baja que ha intentado quitarse la vida. La abrazas, la besas, la miras con saludable severidad, la hablas encolerizado y demuestras delante de ella que te conmueves. Luego tratas de animar una mente donde no sabes llegar, pero confías en tu carácter y en que ella sea capaz de captar tu contundente rigor de palabras. Confías en una influencia vana y piensas: lotería. Tal vez en el próximo encuentro esté repuesta. Tal vez aún esté.