Repta y huye hacia la luz, lector, no hay otra salida.


Fuga de la confusión




Después de dormir aquella noche tuvo la sensación de que lo soñado lo había vivido y que lo experimentado despierto había sido un sueño. Esta impresión le duró algunos días, tras los cuales, por más que repetía sus abluciones una y otra vez a lo largo de cada jornada, se generalizó en él un estado de confusión nada ordinario. Si no desaparece, se dijo, iré al médico. Si el doctor no lo ve claro, haré testamento. Entonces no me importará lo que me ocurra. No quisiera, insistió tras la conclusión feliz, que lo que tengo que dejar a mis hijos lo hubiera imaginado y lo que no poseo constituya una pesadilla tributaria para mis descendientes.